Conoc a Enriqueta, por mal nombre Çla VistosaÈ, cuando estaba en relaciones con mi amigo Perico, hombre tan celoso que se le antojaban los dedos huspedes, lo cual unido a ser la muchacha demasiado comunicativa me hizo tratarla con exquisita precaucin, deseoso de que por ningn pretexto se me pudiese acusar de un delito que yo era incapaz de cometer.
Los negocios para que estbamos asociados, hacan necesario que Perico y yo nos visemos a menudo; algunos das iba a comer con l, es decir, con ellos, pues viva maritalmente en compaa de Enriqueta. Pocas mujeres tan agradables he conocido; sobre todo, tan listas. Pronto se dio cuenta de la extremada prudencia con que yo le diriga la palabra, de mi empeo en esquivar todo exceso de confianza y del exquisito cuidado que pona para que nunca nos quedsemos solos. Mortificada sin duda por suponer que en mi excesiva cautela haba un fondo de mal disimulado desprecio, procur desvanecer la prevencin de que yo pudiera estar animado contra ella.