La Hermana San Sulpicio

Library of Alexandria · AI-narrated by Sonia (from Google)
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13 hr 6 min
Unabridged
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QUIERO contar la historia puntual de un episodio de mi vida que no deja de ofrecer algœn interŽs; aunque mi impericia en el arte de escribir quiz‡ llegue a quit‡rselo. Los sucesos que voy a confiar al papel son tan recientes, que el eco de sus vibraciones aœn no se ha apagado en mi alma. Esto har‡ seguramente m‡s confusa la narraci—n. No han tenido tiempo a depositarse los sedimentos y no es f‡cil sumergir en esta Žpoca importante de mi vida la mirada y distinguir lo que debe tomarse y dejarse para hacer comprensivas y gratas estas confidencias. Pero, en cambio, palpitar‡ en ellas la verdad, y a su m‡gico influjo tal vez se disipen y se borren las infinitas manchas que mi pluma habr‡ dejado caer.

Ante todo, es bien que os informe de quiŽn soy, cu‡l es mi patria y mi condici—n. Estadme atentos.

Confieso que soy gallego, del ri–—n mismo de Galicia, pues que nac’ en un pueblecillo de la provincia de Orense, llamado Bollo. Mi padre, boticario de este pueblo, no tiene m‡s hijo que yo, y ha labrado para m’ una fortuna que, si en Madrid significa poco, en Bollo nos constituye casi en potentados. CursŽ la segunda ense–anza en Orense, y la facultad de medicina en Santiago. Mi padre hubiera deseado que fuese farmacŽutico, pero nunca tuve afici—n a machacar y envolver drogas. Adem‡s, en el instituto de Orense observŽ que mis compa–eros ten’an por m‡s noble ejercicio el de la medicina, y esto me decidi— enteramente a desviarme de la profesi—n de mi padre. As’ que hube terminado la carrera, solicitŽ y obtuve de Žl, no sin algœn trabajo, la venia para cursar el a–o del doctorado en Madrid, y a la Corte me vine, donde en vez de dar consistencia a mis conocimientos, no muy seguros por cierto, en las ciencias mŽdicas, perd’ bastante tiempo en los cafŽs, y lo que es aœn peor, contraje la funesta man’a de la literatura. Quiso mi suerte que fuese a dar con mis huesos a una casa de huŽspedes donde alojaba tambiŽn un autor dram‡tico al por menor, esto es, de los que fabrican piezas para los teatros por horas, el cual me comunic— al punto su inmensa veneraci—n por el arte de recrear al pœblico durante tres cuartos de hora, y un desprecio profundo por todo lo que respetaba y pon’a sobre la cabeza anteriormente, por las ciencias exactas y naturales y por los hombres que las profesaban. Collantes, que as’ se llamaba el poeta, sonre’a, no ya con desprecio, sino con verdadera l‡stima, cuando le hablaba de mis sabios maestros de Santiago, y hasta una vez tuvo la crueldad de tirarme de la lengua en el cafŽ delante de otros compa–eros, literatos tambiŽn, para que desahogase mi entusiasmo por Tejeiro y otros que a m’ me parec’an eminentes profesores. Dej‡ronme hablar cuanto quise, y cuando m‡s acalorado estaba en el paneg’rico, soltaron a re’r como locos, con lo cual quedŽ fuertemente avergonzado y confuso. DespuŽs que se hartaron de re’r, pasaron a tratar de sus asuntos de teatro, pero todav’a al despedirse me dijo uno de ellos: ÇAdi—s, Sanjurjo, hasta la vista; otro d’a hablaremos con m‡s espacio del Sr. TejeiroÈ, lo que hizo estallar de nuevo en carcajadas a sus amigos. La broma lleg— al punto de que cuantas veces me encontraban en la calle, nunca dejaban de preguntarme por la salud de Tejeiro; y esto dur— algunos meses.

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