La sociedad contemporánea experimenta una inquietante paradoja. El progreso tecnológico, que ha traído comodidad y eficacia, también ha debilitado los valores fundamentales. La ausencia de disciplina, responsabilidad y fe ha dado lugar a un estado de inquietud e inseguridad. Muchos se sienten perdidos, sin referencias sólidas que ofrezcan dirección y sentido a su existencia.
La estructura familiar, antaño pilar de la formación moral y emocional, se ha visto profundamente afectada. Niños y adultos se enfrentan a retos sin una base firme de hábitos constructivos, convirtiéndose en rehenes de la desorientación y la insatisfacción. Al mismo tiempo, la pérdida de creencias tradicionales, sin una alternativa que llene este espacio, ha creado un vacío interior que no puede llenarse sólo con avances materiales.
A lo largo de la historia, la búsqueda de sentido ha sido una constante. La religión surgió como respuesta inicial, ofreciendo una forma de entender el mundo y proporcionando seguridad. Sin embargo, la separación entre lo sagrado y la vida cotidiana limitó su impacto práctico. La ciencia, por su parte, cuestionó los dogmas y amplió el conocimiento, pero al rechazar la dimensión espiritual, dejó sin respuesta preguntas esenciales sobre la existencia humana. Ambos enfoques, al distanciarse unos de otros, descuidaron la totalidad de la experiencia.
Sin embargo, hay un movimiento hacia la integración. La visión mecanicista del mundo está empezando a dar paso a una comprensión más amplia en la que ciencia y espiritualidad no se oponen, sino que se complementan. La conciencia de que existen dimensiones más allá de lo mensurable cobra fuerza y el pensamiento moderno avanza en la búsqueda de una comprensión más completa de la realidad.
En este contexto, la psicología destacó como una valiosa herramienta para comprender el comportamiento humano. El reconocimiento del inconsciente ha ampliado la visión de la mente y sus influencias, pero ciertas corrientes psicológicas han adoptado perspectivas reduccionistas, ignorando aspectos superiores de la conciencia. Los estudios indican que la mente tiene un potencial sin explotar, capaz de influir tanto en el estado emocional como en la realidad circundante.
La calidad de nuestros pensamientos determina nuestra percepción del mundo, pero también afecta directamente a nuestra salud y bienestar. Las emociones destructivas minan la vitalidad, mientras que los patrones mentales positivos fortalecen el organismo y amplían las posibilidades de realización. De este modo, puedes cambiar tu vida prestando atención a tus pensamientos, sustituyendo las creencias limitantes y adoptando prácticas que favorezcan el equilibrio.
La experiencia humana no se limita a lo visible y tangible. Los informes sobre estados ampliados de conciencia, inspiraciones repentinas e intuiciones revelan una conexión con algo más grande, presente en diferentes tradiciones espirituales. La historia demuestra que quienes han accedido a esta percepción superior han transformado sus vidas y han dejado un legado de sabiduría e inspiración.
La mente puede entrenarse para desarrollar esta conexión. La introspección, el silencio y la práctica de dirigir la atención nos permiten acceder a niveles superiores de comprensión. La concentración y la observación disciplinada de la propia mente son herramientas esenciales para recuperar el control sobre los pensamientos y alinearse con estados superiores de conciencia.
La oración, entendida como un acto de sintonía con las fuerzas superiores, adquiere una nueva dimensión cuando va acompañada de comprensión y acción coherente. No es una petición pasiva, sino una afirmación de la realidad deseada, apoyada en una actitud de confianza y gratitud. La fe, cuando se ejerce con convicción y se aplica a la vida cotidiana, se convierte en una fuerza creativa capaz de moldear las circunstancias y transformar las vidas.
El afinamiento del pensamiento, la emoción y la acción establece un estado de armonía que se refleja en todos los aspectos de la existencia. La búsqueda del equilibrio interior conduce a una vida más plena, guiada por la conciencia y el propósito. La evolución espiritual y material van de la mano cuando se comprenden las leyes que rigen la mente y el universo.
Al comprender y aplicar estos principios, es posible trascender las limitaciones autoimpuestas y acceder a un estado de plenitud. El cambio en el estado del ser se produce a nivel de la conciencia, y este cambio se refleja en la realidad externa. El conocimiento del potencial del pensamiento y la conexión con las dimensiones superiores de la existencia abren el camino a una vida de mayor realización, serenidad y sentido.
A.R.Ribeiro.
Biblioteca del Nuevo Pensamiento