¡Solo si estos pocos ingenuos supieran en qué se están metiendo!
Estamos en guerra, no nos equivoquemos. Estamos luchando contra un enemigo resuelto y desafiante. Un enemigo que ni siquiera está interesado en el botín. Solo quiere matar. Robar. Y si se le da el espacio adecuado y laxitud, ¡destruir por completo!
Por más noble que sea desear enrolarse en el servicio de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo; El hecho es que hay que ser “llamado”. Hay que ser llamado. ¡Así de simple!
Las tareas son enormes y los riesgos son demasiado importantes para que personas no llamadas se arriesguen a ellos. Y por si acaso alguien malinterpreta las posibles desventuras que esperan a todos los llamados al ministerio, el apóstol Pablo nos recuerda a través de su segunda carta a la iglesia de Corinto lo que tuvo que pasar, como riesgos laborales, desde su llamado al ministerio.
Tómenlo como su breve currículum. Un CV de algún tipo, y elijan lo que prefieran. Consideren las palizas, los latigazos y los moretones inducidos por las varas. También revisen sus escapadas en los mares con los naufragios, el episodio del ahogamiento, el ataque de la turba a pedradas, sus encuentros con ladrones de caminos, las visitas de asesinos enviados tras él desde su país natal, Israel; los “lobos solitarios” que lo perseguían desde tierras extrañas durante sus viajes misioneros, las puñaladas por la espalda de personas dentro de la iglesia, el hambre, la exposición a condiciones extremas. Las condiciones climáticas, la vergüenza, la desnudez… Es decir, escoge la que prefieras.
Estas y muchas más son algunas de las experiencias audaces que atraen a los hombres y mujeres llamados al servicio de Dios aquí en la Tierra. Y si estas no son suficientes para asustarte, ¡debería asustarte el darte cuenta de que pasar por tales experiencias sin ser oficialmente empleado por Dios para Su servicio es una mala idea y está impregnado de una absoluta locura!
Debemos entender que Jesús es quien selecciona a los hombres y mujeres para Su servicio, según Su propósito y Su voluntad. Él los busca. Los elige. Los entrena y equipa antes de desplegarlos. Estos fueron predestinados. Son a estos pocos a quienes Jesús endurece para los encuentros que probablemente enfrentarán en el campo de batalla. Embestidas de los duros, duros y decididos enemigos del Cielo.
No te equivoques, si eres llamado al servicio de Dios, es un privilegio poco común. Y el tiempo seguramente demostrará que es una experiencia muy provechosa y honorable. Una aventura que tiene recompensas eternas y perdurables. Pero antes de que lleguen esas recompensas, ¡seguro que tienes una "historia" que contar!